UN MUNDO MENTIROSO

LAS CONSECUENCIAS DE TENER UN PRESIDENTE SIN CONOCIMIENTO SON NEFASTAS PARA CUALQUIER NACIÓN, ZAPATERO NO FUEDE SEGUIR GOBERNANDO DEBE DE DIMITIR ESPAÑA Y LOS ESPAÑOLES NO SE MERECEN LO QUE ESTA HACIENDO.

miércoles, 19 de abril de 2006

PRINCIPIOS



HORA DE PRINCIPIOS

Supongo y creo que todos los momentos de la Historia de la Humanidad han sido vividos por sus hijos coyunturales como tremendamente decisivos, inequívocamente definitivos y profundamente transcendentes. Deduzco que es algo que irá en la naturaleza humana el otorgar al tiempo que uno habita el carácter de capital, y adivino también que tendrá que ver con la necesidad de poner a uno mismo en la importancia que merece el vivir tan solo una vez. Lo cierto es que, una vez repasados con la serenidad que da la distancia temporal, se descubre que hubo momentos más cruciales que otros. Yo, por supuesto, tengo esa misma sensación. Puede que sea mi mortal condición la que me lleve a ello, o puede que la coyuntura histórica que vivo sea realmente extraordinaria; en cualquier caso, el tiempo lo dirá.
De lo que sí tengo la convicción absoluta, es que el tiempo que vivimos está profundamente necesitado de principios, y de coherencia. La Política puede ser definida de varias maneras; la más elemental tiene que ver con su vocación de servicio a la comunidad, y se basa en principios que se proponen como idóneos para la organización social y la satisfacción de necesidades. Cuando la Política es eso, servicio basado en principios debatibles, objeto de discusión ideológica y presentables ante un electorado, alcanza su grado de cumplimiento final más alto. Existen, por el contrario, otras definiciones que hacen de la Política el arte de lo posible, el peritaje en la conformación multiforme de la realidad con el objetivo del Poder. Llegados a este caso, en el que lamentablemente nos encontramos en Espa?a, la Política deviene en una industria poco decorosa y sólo posible en una sociedad que haya sido desprovista por el apego a los principios que ha de demostrar quien pretenda gobernarla mediante el sufragio. El amor al relativismo, las frases huecas y biensonantes que pretenden enunciar principios o la abundancia desmedida de sucedáneos de éstos, sólo es posible en un cuerpo social que haya perdido el Norte y se ancle al primero que la diga qué bonitos ojos tienes.
Pero es así, vivimos sumergidos en un nihilismo relativista que convierte en objeto de cambio y negociación a valores capitales, y que presume falsariamente de apoyarse en otros que ni existen, ni realmente se practican o pasan del simple enunciado. El Ansia Infinita de Paz, el Talante o el Mejoramiento Social de los Humildes, la Alianza de Civilizaciones, son ejemplos claros, pero existen otros más peligrosos para generaciones futuras consistentes en la idealización de periodos históricos a base del trampeo de la propia Historia, que si para algo sirve es para ense?ar los yerros que no se han de volver a cometer.
En eso estamos mientras el partido que nos gobierna hace de forma descarada un trueque entre los principios y las frases hechas que rellenen la conciencia de una sociedad cada vez más a la deriva, más necesitada de agarraderas y más proclive al encantamiento por la vía de lo fácil, biensonante y carente de compromiso. En este caso, el ejercicio de la Política se encuentra en su pleno apogeo como arte de lo posible. Pero hete aquí que aquella otra opción partidista a la que muchos espa?oles miran como la del servicio basado en principios, prefiere acercarse a la supuesta realidad social antes que ofrecer un proyecto; prefiere mirar las cosas desde el “cómo son” antes que plantearse su “deber ser”, elige abarcar sin apretar; opta por resultar amable con la verdad oficial imperante antes que emprender una supuesta travesía del desierto que deje huérfano su ejercicio político como arte de lo posible. Y diversos sectores de la oposición se tientan la ropa antes de criticar el Estatuto de Catalu?a; otros se presentan a celebrar con boato monegasco en una boda homosexual a sabiendas de que su partido ha recurrido tales uniones ante el Tribunal Constitucional. Y el ciudadano, el que mira a esa opción política como su asidero, percibe una incoherencia que le hace perder el interés por toda participación en la vida pública para concluir que, por mucho que le acaloren, le pongan en el disparadero y le convoquen a manifestaciones, su lucecita no es otra que la versión ilustrada del arte de lo posible.
No se pueden causar determinadas decepciones, ni pretender abarcar tanto para apretar menos. La sabiduría popular nos habla de los abarcadores que no aprietan, y yo tengo la profunda convicción de que la mejor manera de acabar abarcando es por la vía de apretar. No necesitamos un partido político en el Gobierno que ha mucho que dimitió de los principios, pero menos una oposición que haga gala de sus complejos y de su prisa asumiendo una suerte de dogmas progres en los que no creen sus apoyos sociales. Esto no es así, ni puede funcionar. No puede funcionar porque si el único principio que conoce el Presidente del Gobierno es ese “principio del fin” que habrá de darle la mayoría absoluta, lo que necesita la otra Espa?a es alguien que le diga que no va a tolerar ciertos principios que tienen muy descarados fines. Y se ponga a ello. Lo que hace falta es que alguien ejerza un liderazgo social basado en algo más que baratillos, fundamentado en todo aquello que nos trajo a donde llegamos, por la vía de pocos, pero innegociables principios que nos sostuvieron en momentos difíciles, nos confirmaron como la revelación de la temporada y nos colocaron en la palestra de la admiración ajena.

Lo demás, no son principios, son fines, en su acepción de final. De última etapa.

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